FIRMES EN LA LIBERTAD DE CRISTO Parte 3: Libertad de la religiosidad

Domingo 18/07/2020

-Gálatas 5:1 Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud. (RV60)

-Filipenses 3:8 y 9  Y aún más, yo estimo como pérdida todas las cosas en vista del incomparable valor de conocer a Cristo Jesús, mi Señor, por quien lo he perdido todo, y lo considero como basura a fin de ganar a Cristo, y ser hallado en El, no teniendo mi propia justicia derivada de la ley, sino la que es por la fe en Cristo, la justicia que procede de Dios sobre la base de la fe (LBLA)

 

Hay dos maneras de rechazar a Dios que deben distinguirse la una de la otra.  

Se puede rechazar a Dios: Rechazando su ley y viviendo a nuestra manera, o también se rechaza a Dios abrazando y obedeciendo su ley  como manera de ganar la salvación.

El problema es que la gente de este último grupo –la que rechaza el evangelio en favor del moralismo– da la impresión de que está tratando de cumplir la voluntad de Dios.

En consecuencia, hay tres formas de responder a Dios irreligión, religión y el evangelio.

A)- La irreligión es evitar a Dios como Señor y Salvador ignorándole del todo.

B)- La «religión» o moralismo es evitar a Dios como Señor y Salvador desarrollando una rectitud moral para presentársela a Dios en un esfuerzo por mostrar que él nos «debe» ayudar y bendecir.

C)- El evangelio, es entregarnos por fe a Cristo reconociendo que nada podemos hacer para nuestra salvación y que todo lo hizo Él por y para nosotros.

Repetidamente se observa como la gente elige entre religión, irreligión o evangelio, al tener los encuentros con Jesús en los relatos de la biblia. Ya fuera un fariseo o un cobrador de impuestos (Lucas 18), un fariseo o una mujer enferma (Lucas 7), o una multitud respetable y un hombre poseído del demonio (Marcos 5).

En cada instancia la persona menos moralista, menos religiosa, conecta más fácilmente con Jesús.

Es mucho más fácil pasar del evangelio a la religión y no al contrario.

Gálatas 5:1 Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud. (RV60) Habla especialmente del yugo de la ley o religiosidad.

Una de las ideas fundamentales de Martín Lutero es que los efectos de «obras-religión» persisten de forma tan obstinada en el corazón, que los cristianos que creen en el evangelio continuarán volviéndose a la religión y operando a niveles más profundos como si se salvaran por sus obras.

Los cristianos que dejan de estar seguros de que Dios los ama y los acepta en Jesús, aparte de sus logros espirituales actuales, son de manera inconsciente personas radicalmente inseguras.

Esa inseguridad se muestra en orgullo, en una fiera afirmación defensiva de su rectitud y la crítica defensiva de los demás.

 

 Una comparación rápida entre religión y evangelio:

  • La religión dice que para ser aceptado debo obedecer. El evangelio me afirma que soy aceptado, por lo tanto obedezco.
  • Viviendo la religión cuando las circunstancias de mi vida no van bien, me enojo con Dios o conmigo mismo porque creo que todo el que es bueno merece una vida placentera. Pero viviendo el evangelio si las circunstancias de mi vida no van bien, lucho, pero sé que, si bien Dios puede permitir que eso me suceda para capacitarme, me hará sentir su amor paternal durante mi sufrimiento”.
  • La vida de oración del que vive en religión consiste principalmente en peticiones y es ferviente cuando hay en necesidad. La vida de oración del que vive el evangelio  consiste en momentos abundantes de alabanza y adoración. El objetivo principal de la oración es tener comunión con él”.
  • En la religión la identidad y el valor propio se basan principalmente en el arduo trabajo o cuán íntegro se pueda ser, por eso hay desprecio por aquellos que son perezosos o inmorales. En el evangelio la identidad y autoestima se centran en el que murió por sus enemigos. Solo por pura gracia somos salvos, por eso no puedo menospreciar a quienes creen o practican otra cosa.”

 

APLICACIÓN:

Jonathan Edwards exploró la diferencia entre el cambio genuino de corazón motivado por el evangelio y el religioso que busca el cumplimiento moralista de la ley de Dios. En su libro “La naturaleza de la verdadera virtud” definió estas dos clases de conducta moral como “moralidad común” y “verdadera virtud».

 Edwards argüía que, si nuestro amor más elevado es nuestra familia, al final escogeremos el bien de nuestra familia por encima del bien de otras familias; si nuestro amor supremo lo constituye nuestra nación, optaremos por los intereses de nuestra nación y soslayaremos los de otros países; si nuestro amor más alto radica en nuestros propios intereses individuales, escogeremos servirnos a nosotros mismos en vez de buscar satisfacer las necesidades de los demás.

Únicamente si nuestro amor supremo es Dios mismo, podemos entonces amar y servir a todas las personas, familias, clases, razas; y solo la gracia salvadora de Dios puede llevarnos al lugar donde lo amamos y lo servimos por lo que Él es, no por lo que puede darnos. Si no entendemos el evangelio, siempre obedeceremos a Dios por nuestro propio bien y no por amor a él.

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